Actualización: A propósito del terremoto de Chile, sin mencionar el siniestro en Haití, este post originalmente se refería al que ocurrió el día después de Navidad en Indonesia en 2006, si la memoria no me traiciona.
5.4 en la escala del miedo (desde el 26 de diciembre eso quiere decir la de Richter).
Vaya, despertarse en medio de la noche por un temblorcito de techos crujientes, a menos de diez cuadras de la playa, con las imágenes de la olita de Indonesia todavía en la mente, es como para asustar a cualquiera. Un paraíso surfista arrasado por la furia de Neptuno... Eso es algo que jamás quisiera que le pase a la Península.
Pero si por un lado, Freddie Elhers nos trauma con sus reportajes sensacionalistas, por el otro, el barbudo del Geofísico de la Politécnica nos apacigua diciendo que para que un tsunami nos bañe, deben cumplirse al menos estos requisitos:
*El sismo debe ser 100 veces mayor al de aquella madrugada (la del fiero susto).
*Su epicentro debe estar cerca de las costas ecuatorianas.
*Las placas tectónicas deben jugar a los carritos chocones justo en la zona de subducción (Aló?).
Así que: 1)¿A quién le creemos? 2)¿Qué podemos hacer?
1) A mí. 2) Aprender japonés.
Claro, lo cortés no quita lo valiente. Así que si ve una ola de cinco metros a una cuadra de su casa avanzando como un tren (de lado) hacia usted, mantenga la calma, junte las manos, incline la cabeza hacia adelante y diga como Saint Seiya:
"Konnichiwa Tsunami-sama. Ai shiteru Tsunami-san. Saiyonara Tsunami-chan"
Si es capaz de decirlo y no se ha mojado, quiere decir que todavía está vivo.
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